lunes, 5 de mayo de 2008

Comportamiento conciertil.



Me estoy haciendo mayor. Ya tengo más de 30 años. Y creo que estoy perdiendo los papeles. De repente me ha entrado una vena adolescente que se manifiesta cada vez que voy a un concierto que me gusta. Lo que siempre odié y me daba una vergüenza ajena inenarrable: el dar palmas, corear las canciones, poner el puño en alto, pedir otra a cascoporro… ahora me flipa y me emociona. Sí, doy mucha pena pero siento que a mi edad, y ya superada mi militancia tribal, he recuperado la fe en los conciertos. Chicos y chicas, hay que fliparse.

Últimamente voy a mucho concierto y mi reflexión de arriba me ha llevado a enumerar ciertos comportamientos con los que no estoy en absoluto de acuerdo y otros que abrazo con el mismo entusiasmo con el que pongo el puño en alto cuando un estribillo o guitarrazo me emociona. Ahí van…

De acuerdo con:

-Hacer el “husky”. He pasado de odiar a abrazar a los huskies. Estos amantes de las guitarras y las barrigas prominentes son el público más agradecido del planeta. Como los jevis de antaño se lo pasan pipa en cualquier concierto de mierda y lo viven como si una final de la Champions League se tratara. Sin ir más lejos, el otro día y por cuestiones que no vienen a cuento, fue a ver a unos Huskies de pedigrí y debo reconocer que se me erizó el vello.

-Los conciertos multitudinarios y de grandes “artistas”. Otro nivel. Aquí y rodeados del gran público la cosa se vive como nunca. Banderas de países remotos, pancartas, oeoés, histerismo, desmayos… Como decía, otro nivel. Ejemplo: el concierto de Juanes en el Palacio de los Deportes.

-Los adolescentes. Soy aficionado a los grupos de malotes para niñas. Ya saben, los que llevan piercings y tatuajes y cadenas en los pantalones. Aquí la experiencia es como la del punto anterior pero como para “auténticos”. La gente corea las canciones en inglés aunque no se las sepan (¿han probado esto? Es la monda), ponen las manos en alto como si estuvieran entregándose al Señor y hacen colas durante horas para hacerse con las primeras filas. A favor.

Nada de acuerdo con:

-El comportamiento ardilla. Mira que me molan y que me autodefino como ardilla-jipi pero creo que ese miedo social escénico es inadmisible. Suéltense, relájense, follen un rato y disfruten que "emo" viene de emocional y las bandas que les gustan aunque no les guste, son de puño en alto.

-Las palmadas de los pijos. Los pijos en los conciertos están como fuera de su hábitat por eso hacen cosas raras. Lo que no me gusta nada es cuando se emocionan y se ponen a dar palmas como si estuvieran en un meeting del PP o en misa. Alguien debería decirles algo. Yo no, pq aunque me da un poco de asquillo reconozco que me mola ese escalofrío que me recorre todo el cuerpo al verles dando palmas. Uff...

-El rollo periodista. No sé si en su ciudad hay prensa musical, en la mía sí y no tengo nada en contra pero también se comportan raro. Tienden a juntarse entre ellos y siempre ocupan el lugar de la barra. Hablan mucho y se pierden el concierto pero luego escriben sobre él y siempre meten en la crítica a algún colega de la profesión con el que han estado charlando. Menudo morro.

-La barra libre. No y no. Lo de las barras libres, reservado a fiestas de postín y presentaciones de discográficas multinacionales en plena crisis, está muy mal. La gente se despista, se amontona, se empuja y luego no ve nada.

-La farlopa y/o los batallitas. La droga social por excelencia distorsiona la paz en los conciertos. Uno acaba más pendiente del próximo viaje al baño y se cuece más que nunca pq "je, como no te emborrachas". Si a esto se le suma que a uno le entra esa soltura que te da hablar con cualquiera pues peor. Coca no y batallitas menos. Si alguna vez me ven así digan: “no Borja no”.

-Los cantautores. Que pidan silencio me pone enfermo. Que canten mejores canciones y verán como la gente corea.

Pues eso es todo, Nos vemos en el próximo concierto y hacemos una conga.

Por Borja Prieto.
http://es.myspace.com/yoyoindustrias